Aporía eleática, bifurcación concomitante, arborescencia absoluta,
callejón sin salida; la pintura de Alberto Pazzi es antes sueño que documento,
es árbol de colores, formas y líneas improbables que llevan, ante todo, la
impronta de nuestro autor: todo es signo de cierto mundo interno, mundo
necesariamente caótico y cinematográfico, mundo necesariamente suyo, hecho de
periódico y pedazos de personas extraviadas en revistas y postales antiguas,
mundo solitario, amargo y humorístico. No hay en estas obras un solo
titubeo, un solo rasgo de imitación o falaz reinserción en ciclos hace mucho
terminados. No hay homenaje ni conciencia histórica, no hay
categorías deliberadamente trazadas… hay únicamente atemporalidad, carencia de
metodismo, libertad absoluta en la técnica, reincorporación de la vida, del
valor del hallazgo personal, integración heurística del raya-quesos,
redescubrimiento latente de cierta frescura surrealista hace mucho empolvada y
casi olvidada.
Ni que yo tuviera poder de convocatoria o
así, pero valga decir que me enorgullece desmesuradamente poder utilizar este
medio para invitarlos a la exposición de mi amigo y hermano Pazzi,
inicia este viernes 16 de marzo a las 8pm, en el bar/galería/terraza/etc/etc
1910 en la dirección que abajo se muestra. Y pues qué más, tienen que ir.
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